Cap de la Nau, Region of Valencia

Sunday, May 27, 2012

¡URGENTE! Ponga un politólogo en su sistema

             
         Nuestro sistema político está gravemente maltrecho. La confianza de la ciudadanía europea en instituciones como la prensa, la justicia, los sindicatos, los partidos, o sus autoridades políticas comunitarias, estatales, regionales y locales, continúa precipitándose. Del mismo modo, cuestiones como la corrupción son crecientemente percibidas como un gran problema europeo, que se torna especialmente escandaloso cuando nos aproximamos a los estados mediterráneos y a los orientales. Igualmente en España, languidecen la confianza y las expectativas respecto a la pésima situación política, mientras que la clase política y los partidos son crecientemente considerados como un problema en sí. Sin embargo, aunque hoy la desconfianza, la irritación o la indiferencia ganen terreno al interés y el entusiasmo por la política, no podemos permitirnos mirar hacia otro lado. La política es demasiado importante, y es, por encima de todo, irreemplazablemente humana. 

Desde que, como especie, somos capaces de autoconocernos, de pensarnos en el contexto de una sociedad, organizamos de una manera u otra el proceso de toma de aquellas decisiones que afectarán a la colectividad. A partir de la inteligencia, el coraje humanos y la oportunidad, las polis griegas se construyeron sobre la igualdad de los ciudadanos para decir y ser escuchados en el ágora, cimentando así la institución permitiría la libertad: la ley. Se funda de este modo el espacio público, un punto de encuentro de la diversidad de sentimientos, pensamientos, opiniones y acciones, en el que coexisten las dinámicas de cooperación y de conflicto entre las personas. La política tendrá por objeto sumar esfuerzos y dirimir las diferencias presentes en el espacio público de la mejor manera posible, según los valores de cada sociedad.  
Espacio Público                              Plaça de l'Ajuntament (València)
El apasionante mundo de la política no se limita por tanto a los partidos y a las instituciones políticas o administrativas. Si la observamos con detenimiento el espacio público, aparece rápidamente una ingente pluralidad de actores , que generan demandas hacia la amalgama de instituciones propias de cada sociedad, para que sean procesadas y finalmente resulten en decisiones que serán de obligado cumplimiento para todos y todas. Nuestro maltrecho sistema político, ese conjunto de instituciones y procedimientos es, por encima de todo, perfectible.

Persiguiendo la mejora de nuestro sistema político decidí, hace ya algún tiempo, convertirme en politólogo, dedicando mi reflexión y esfuerzos a contribuir a este fin. Durante estos últimos años en los que la dramática desafección política ha sintomatizado la severa putrefacción de nuestro sistema, he madurado un intenso sentido de la responsabilidad. Como profesional de la ciencia política, siento la obligación de ofrecer a la sociedad a la que pertenezco unas herramientas adecuadas para cubrir una necesidad acuciante: actualizar el sistema político conforme a la realidad social, económica, cultural y medioambiental de nuestro tiempo. Como dijera Fernando Vallespín, los politólogos “en definitiva, no hacemos sino proseguir una conversación sobre el hombre (junto a la mujer) y la naturaleza de su asociación político-social, que se mantiene ininterrumpida desde los albores de la humanidad”.